La resistencia a los antimicrobianos, como los antibióticos y antifúngicos, es uno de los mayores retos mundiales de nuestro tiempo. Amenaza la salud pública y exige medidas urgentes.
Las fuerzas que impulsan la resistencia a los antimicrobianos están desigualmente distribuidas en la sociedad, siendo las poblaciones vulnerables las más afectadas por los riesgos y cargas sanitarias y económicas asociadas.
Las políticas internacionales y nacionales en materia de resistencia a los antimicrobianos deben tener en cuenta los factores sociales y económicos para maximizar su eficacia y minimizar las desigualdades en materia de salud.
Se estima que la resistencia a los antimicrobianos (también conocida como RAM) fue directamente responsable de 1,27 millones de muertes solo en 2019, lo que equivale aproximadamente a 3500 personas cada día. Se calcula que esta cifra alcanzará los 10 millones anuales en 2050 si no se toman medidas sustanciales.
Las consecuencias económicas de la resistencia a los antimicrobianos para las personas, los sistemas de salud y la sociedad también son considerables. Las personas que contraen infecciones resistentes a los antimicrobianos corren el riesgo de mortalidad, retrasos en el tratamiento, discapacidad a largo plazo, pérdida de ingresos y endeudamiento o pobreza por los elevados costos de atención médica, con sufrimiento y repercusiones socioeconómicas para las familias y las comunidades.
La resistencia a los antimicrobianos, como los antibióticos y antifúngicos, aumenta la presión financiera sobre los sistemas sanitarios, ya que provoca más hospitalizaciones, estancias más largas, diagnósticos y tratamientos más caros y una menor capacidad para proporcionar tratamientos como la quimioterapia y la atención quirúrgica de forma segura.
También puede impactar negativamente en las economías nacionales, que pueden observar una reducción en el número de trabajadores y en su productividad, o provocar un incremento en el gasto de atención médica de ciertas poblaciones. Si no se pueden prevenir y tratar las infecciones, el comercio y la agricultura también pueden verse afectados negativamente, con un aumento de las muertes y enfermedades entre los animales de granja.
Sin embargo, las consecuencias de la resistencia a los antimicrobianos no se distribuyen por igual en toda la sociedad.
¿A quién afecta la resistencia a los antimicrobianos?
Debido a factores sociales, culturales y biológicos, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de sufrir una exposición profesional a la resistencia a los antimicrobianos y de que se les prescriban antimicrobianos para varias infecciones.
El riesgo de que se desarrolle es mayor en las poblaciones que viven en entornos urbanos y superpoblados con acceso limitado a infraestructuras de agua potable, saneamiento e higiene (WASH, por sus siglas en inglés), como ocurre en muchos países de ingresos bajos y medios. Las poblaciones con acceso limitado a la atención sanitaria formal pueden experimentar un mayor uso inadecuado de antibióticos debido a un acceso mal regulado. Muchos países también experimentan una escasez persistente de antimicrobianos esenciales, por lo que permanecen infectados durante periodos más largos y reciben antimicrobianos menos específicos.
Las condiciones en las zonas afectadas por conflictos facilitan la propagación de las infecciones, y las poblaciones desplazadas por la fuerza también se enfrentan a la fragilidad de los sistemas de salud, al suministro de antimicrobianos esenciales y al acceso a las infraestructuras de agua, saneamiento e higiene. La implementación de políticas eficaces para combatir la resistencia a los antimicrobianos también es un reto en contextos con inestabilidad política, un estado de derecho limitado y mayores niveles de corrupción.
Cómo influyen los factores medioambientales en las infecciones resistentes
El cambio climático es un importante impulsor de la resistencia a los antimicrobianos, ya que el aumento de la temperatura ambiente incrementa la proliferación de bacterias, al tiempo que contribuye a fenómenos meteorológicos extremos que pueden interrumpir los servicios sanitarios, desplazar a las comunidades y reducir el acceso al saneamiento.
El uso de antimicrobianos en animales, junto con medidas deficientes para prevenir y controlar las infecciones, puede impulsar aún más su resistencia. Los patógenos farmacorresistentes pueden transmitirse entre animales y personas en entornos ocupacionales y a través de la contaminación de los alimentos.
La contaminación también es uno de los principales motores de la resistencia a los antimicrobianos en el medio ambiente, por ejemplo, a través de los residuos de las industrias farmacéutica y de salud, los metales pesados de los procesos industriales y agrícolas, la contaminación por partículas en el aire y los residuos plásticos en nuestros sistemas hídricos.
Las políticas deben ir más allá de los "medicamentos y los bichos"
Hasta hace poco, los responsables políticos y los académicos se han centrado principalmente en los factores médicos y microbiológicos que impulsan la resistencia a los antimicrobianos. No se ha prestado suficiente atención a la relación entre los factores sociales y económicos aquí descritos y la aparición de infecciones resistentes a los antimicrobianos.
Un nuevo informe publicado por el Observatorio Europeo de Sistemas y Políticas de Salud, que recoge los resultados de una investigación financiada por el Foro Económico Mundial y la Fundación Novo Nordisk, revela los principales factores socioeconómicos y las repercusiones de la resistencia a los antimicrobianos, así como sus consecuencias para la política y la investigación.
Ayuda a explicar cómo estos factores pueden repercutir en nuestra salud y nuestras economías y en la eficacia de las medidas para hacer frente a la resistencia a los antimicrobianos a nivel individual, del sistema de salud y de la sociedad.
El informe sostiene que deben incorporarse cuatro elementos socioeconómicos en el diseño de la política de resistencia a los antimicrobianos y en su aplicación, seguimiento y evaluación (Figura 1):
Una gobernanza y un liderazgo que tengan en cuenta los motores socioeconómicos y las repercusiones de la resistencia a los antimicrobianos son fundamentales para coordinar la acción en los distintos sectores.
Una acción centrada en las personas y que fomente la equidad e impulse políticas que respondan a las necesidades de los individuos.
La multisectorialidad reconoce que la política de resistencia a los antimicrobianos es una cuestión transversal en la que participan diversos departamentos y niveles de la administración.
Las políticas basadas en las mejores evidencias ayudan a garantizar que se mira más allá de la investigación biomédica y se valora la investigación de diferentes disciplinas y enfoques para abordar los motores socioeconómicos y las repercusiones de la resistencia a los antimicrobianos.
Figure 1 - Policy framework on socioeconomic drivers and impacts of antimicrobial resistance.
El informe describe cómo estos principios generales pueden incorporarse a cuatro ámbitos fundamentales de la política sobre resistencia a los antimicrobianos.
La administración se refiere al uso responsable de los antimicrobianos preexistentes y nuevos, en humanos y animales. Sin embargo, muchas personas, especialmente en los países de renta baja y media, siguen muriendo por falta de acceso a los antimicrobianos o por un acceso tardío a los mismos. Por lo tanto, se necesita un enfoque equilibrado para promover el uso racional de los antimicrobianos sin crear barreras inadvertidas para las poblaciones en situación de vulnerabilidad.
La prevención pone en evidencia la necesidad de invertir más en programas que prevengan y controlen las infecciones en entornos comunitarios y sanitarios, así como en medidas de bioseguridad en entornos zoosanitarios. Los responsables políticos tampoco deben descuidar la necesidad global de un acceso equitativo a las infraestructuras de agua, saneamiento e higiene (WASH).
El acceso se refiere a garantizar un acceso equitativo a los servicios sanitarios esenciales, los antimicrobianos y los diagnósticos. Para ello es necesario reducir las barreras que impiden el acceso a la atención sanitaria, cambiar la política de adquisiciones y reforzar el suministro de antimicrobianos en los países más pobres y en los más ricos.
La innovación en tecnologías sanitarias contra la resistencia a los antimicrobianos busca mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las infecciones. Estimular la investigación y el desarrollo requiere inversión e incentivos, pero de forma que se adapte a las necesidades y contextos operativos de los entornos con menos recursos, incluido el acceso y la capacidad de pago.
Muchos responsables políticos están revisando actualmente sus prioridades políticas relacionadas con la resistencia a los antimicrobianos. A nivel internacional, la Asamblea General de las Naciones Unidas está celebrando una reunión de alto nivel, que se espera resulte en una declaración política sobre las prioridades y compromisos mundiales en materia de resistencia a los antimicrobianos. Simultáneamente, muchos países están revisando sus planes de acción nacionales sobre dicha resistencia.
Los responsables políticos y otras partes interesadas deben aprovechar esta oportunidad crítica para ir más allá de un simple problema de "medicamentos y bichos" en la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos y adoptar un enfoque más holístico, centrado en las personas y orientado a la equidad, que aborde los principales factores sociales y económicos y las repercusiones de la resistencia a los antimicrobianos.
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